Germán
García Velutini
El jueves 25 la familia Fe y Alegría celebró una Eucaristía de Acción de
Gracias por la reciente liberación del Sr. Germán García Velutini, miembro
de la Junta Directiva de esa institución, quien fue secuestrado ese mismo
día del año anterior. La homilía corrió a cargo del P. Manuel Aristorena
(Piedra) y del mismo Germán. A continuación publicamos las palabras de
Germán:
«Al analizar que estaba secuestrado, lo primero que se me ocurrió fue dar
gracias a Dios por haberme dado 54 años de vida feliz, con una familia
excepcional y que, quizás, era el momento de tiempos difíciles y de
sufrimiento. Que ese sufrimiento debía ofrecerlo a Dios en mi corazón y por
muchas personas que, en ese instante, transitaban por situaciones más
difíciles que las mías. Pedí a nuestro Señor que me diera la fe y la
fortaleza necesaria para afrontar esta nueva circunstancia de mi vida y para
que también, a toda mi familia, en especial a mis hijos e hijas, les diera
esa fe y fortaleza que iban a necesitar. Pedí a mis captores que me dieran
una Biblia, a lo que accedieron, y a los pocos días me la entregaron.
Comencé a leer, empezando por los Evangelios, las cartas de los apóstoles,
el Antiguo Testamento, y así de marzo a agosto la Palabra de Dios fue mi
compañía durante muchas horas al día. Y descubrí que hablamos a Dios cuando
rezamos y que oímos a Dios, que nuestro Señor nos habla, cuando aceptamos SU
inspiración, cuando dejamos guiarnos por EL, cuando leemos sus palabras. Más
de una vez, asaltado por una duda o por un interrogante, y mientras pensaba,
me sucedía que al día siguiente o algunos días después recibía respuesta; un
pensamiento, una lectura. Así conseguía una paz que me es imposible
explicar, paz que sólo se siente internamente. Y en esos momentos, una
inmensa felicidad de estar con Nuestro Señor se hacía presente.
Les cito un par de ejemplos:
Al comienzo del cautiverio estaba sumamente deprimido por considerarme una
"mercancía". Analicé lo humillante de un canje Persona vs. Dinero. Me
preguntaba: ¿Por qué me ocurrió esto a mí, qué sentido tenía este encierro?
La respuesta de Papa Dios no hizo esperar: Los secuestradores me enseñaron
la noticia de la rueda de prensa de Fe y Alegría. Y me dije: Allá afuera hay
gente esperando a que regrese. Tengo que sobrevivir. En una de las cartas de
San Pablo leí ese mismo día: Dios coloca a cada miembro de la iglesia en el
sitio que le corresponde. Y me dije: mi sitio es ahora y aquí, rezando por
mi prójimo. Desde ese momento mi vida adquirió un sentido positivo: que,
aunque solo y sin hablar con nadie, podía hacer algo útil por los demás.
Supe que mi oración llegaba a las personas de afuera, de ustedes, me
mantenía con fuerzas.
Otro momento fue a finales de agosto. Por alguna razón, me quitaron todas
las lecturas, la colchoneta que tenía, y me redujeron las comidas. Pasé un
par de días, muy largos, buscando cómo podía sacarle provecho a esa
situación. Le pedí a Dios su ayuda. De nuevo su respuesta: Se me ocurrió,
como había leído y releído tantas veces la Palabra de Dios, volverla a leer
en mi mente. Pese a mi mala memoria, no sólo leí sino que analicé la razón
de ser y el porqué de pasajes que recordaba, les busqué aplicación para mi
vida. Nuestro Señor me dio la memoria, me dio SU COMPAÑÍA y la compañía de
Nuestra Madre Querida, la Virgen, para acompañarme día a día.
Me llenó la certeza que mi vida solitaria, sin mediar palabra con nadie,
tenía un sentido. Que lo importante en la vida es servir a nuestro prójimo,
y que nuestra oración llega a los demás. Que sí hay una comunicación
espiritual con Dios y con todos ustedes, y que esa oración es una forma de
servir a los demás. En diciembre me volvieron a dar la Biblia y, además, me
regalaron una estampa de San Miguel Arcángel. Este hecho me convenció que
los secuestradores también son hijos de Dios y que no nos corresponde a
nosotros juzgarlos. Que, para evitar situaciones similares a ésta y
transformar a las personas, el camino no es la represión ni la venganza. Que
el camino es la enseñanza de la Fe y el Evangelio a niños y jóvenes. Es
aceptar a Dios en nuestros corazones y llevarlo al corazón de nuestros niños
y jóvenes. Es pedir a Dios que nos cuide y bendiga para que estemos
completamente unidos entre nosotros y con Jesucristo, y así demostrar que a
través de una Fe y Alegría podemos construir un mundo mejor.»
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