William Ramírez M.
En la vivienda y taller de Valentín Malaver en Guarame, isla de Margarita,
entre los cerros Matasiete y Guayamurí, siempre corre la brisa, y se divisa
el mar al final del valle que empata los dos cerros; y podemos ver hermosas
puestas del sol características de la Isla, así como extraordinarios
amaneceres; y vuelos de aves que inspiran al escultor cuando desbasta las
piedras.
Su casa-taller está habitada por esculturas a las que este creador insufla
vida después de dialogar con los distintas piedras de las que están hechas:
mármoles, granitos, serpentinas… Materiales que hablan, y a los que el
escultor escucha, para poder crear algo mágico: auténticas obras de arte; y,
también residen poemas escritos en las paredes que lo inspiran, porque para
él poesía y escultura están muy unidas: "trabajar la palabra es como pulir
la piedra", nos dice. Mantiene guardada la faceta de poeta, la oculta, y
solo quiénes llegamos hasta su casa podemos enterarnos.
Sus obras no son artesanías, porque su arte no lo hace porque pretenda hacer
arte, sus creaciones son capaces de generar magia, y de provocar preguntas.
Empezó y se ha mantenido con las piedras porque era el material más cercano,
más barato. "Es un material que te pone a prueba siempre y aporta mucha
riqueza a la figura, porque ellas hablan y hay que escucharlas, y me
permiten expresarme".
Piensa pasar a otros materiales clásicos: el bronce, el hierro, la madera…
pero sin dejar la piedra, "El Material con mayúscula". Su proceso ha sido
inverso: en lugar de iniciarse con la madera y materiales blandos, lo hizo
con la piedra. Usualmente, ésta aparece en la vida del escultor cuando él ya
no le tiene miedo: "nos pone en evidencia continuamente, hay que desbastarla
y quitarle lo que sobra, no puede ser de otra manera, hay que enfrentarla
sin miedo, y entrar en ella. No vale acariciarla por fuera, no te permite
vacilaciones. Un error, un mal cálculo, una precipitación en el trabajo te
puede llevar a un error irreversible.
Con ella hay que trabajar con margen, nunca puedes ir al límite de lo que tú
querías, porque te puedes equivocar y en lugar de llegar a la meta de una
sola vez tienes que multiplicar el trabajo varias veces. Para que la piedra
se deje domesticar tienes que ir despacio. Entonces, una vez que entras, la
puedes escuchar y oír pasar el viento a través de sus calados internos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario