lunes, 26 de octubre de 2009

A cien años del Cubismo Analítico

A cien años del Cubismo Analítico

El historiador de arte y escultor Gaspar Galaz explica cómo este movimiento
pictórico puso en jaque la pintura representativa, dando inicio al arte
moderno.
Lo que se conoce con el nombre de Cubismo Analítico surgió, en realidad, en
el verano de 1909 en España: Picasso y Fernande Olivier pasaron ese verano
en el pueblo de Horta de Ebro, en el límite de Aragón y Cataluña, pintando
allí una serie de paisajes claves, cuyo objetivo era relacionar la
estructura de casas y galpones con el paisaje. "Fábrica de ladrillo en
Tortosa" o "El depósito de agua de Horta de Ebro" son parte de una serie de
pinturas en las cuales el maestro "racionaliza" la composición y estructura
del tema. Los límites entre masas de color son ahora líneas rectas y los
volúmenes producían ya la sensación de poseer una tridimensionalidad
ilusoria que contenía una extraña transparencia. Picasso demuestra que la
autonomía de las estructuras de líneas y colores no representacionales
poseen el mismo valor, e incluso mayor fuerza estética que la pintura
naturalista. Pareciera que Picasso propusiera en estas investigaciones en el
paisaje la independencia del pintor moderno frente a lo que ve; de hecho,
como Cézanne ya lo había explicado, la naturaleza tiene sus leyes y la
pintura las suyas propias, por lo tanto ambas entidades nunca se encuentran.

Siguiendo el curso de estas ideas, el Cubismo Analítico no es otra cosa que
lo explicado por Picasso: "Yo no busco, encuentro", agregando que "todos
sabemos que el arte no es verdad. Observo que la pintura tiene valor por sí
misma, independientemente de la representación objetiva de las cosas". Al
decir esto reinterpreta el modelo, convirtiéndose éste en un mero punto de
partida, en una motivación plástica, a partir de la cual el lenguaje se
despliega de manera autónoma. El Cubismo Analítico acentúa las estrategias
gráficas, las cuales reordenarán los planos de color y, más aún, obedecerán
a múltiples puntos de fuga, descomponiéndose en planos independientes,
desbaratando arbitrariamente las sensaciones de profundidad ilusorias. Del
mismo modo, la concordancia entre el objeto -tema- y el contexto -fondo- se
articulan de una manera completamente nueva, que ya se vio en la estructura
de "Las Señoritas D'Avignon", de 1907. Se produce aquí la llamada
"objetivación del fondo" (G. Dorfles), la cual deja de ser una parte
secundaria en el cuadro, para integrarse con las mismas características
pictóricas y estéticas que el tema; por lo tanto, se suprimen las
jerarquías, unificándose la totalidad de la obra mediante los mismos
principios estéticos.

El Cubismo Analítico pone en jaque así a la historia de la pintura
representativa de Occidente. Esta puesta en crisis de la estética de la
mimesis se produce ya no solamente con la invención de formas nuevas, sino
que también por el abandono del color local de las cosas y la eliminación de
la línea de horizonte que produce la pérdida de referencia espacial, y esto
obedece a lo que el mismo Picasso señala: "Un cuadro solía ser una suma de
detalles complementarios. En mí, un cuadro es una suma de destrucciones, ya
que mientras uno trabaja en él, se modifica en la misma medida en que
cambian los pensamientos".

El espectador se encontrará, entonces, con una "realidad" desarmada, que en
sus comienzos no lograba reestructurar. Picasso y Braque, pero sobre todo el
primero, se concentran en la "ideación" de la pintura; es decir, en la
deconstrucción del modelo al interior del soporte. Es una realidad nueva,
nunca antes vista al interior de la pintura, y que son las bases
ideológico-estéticas del nuevo arte: el último Cézanne, "Jardín de les
Lauves" (1906), las ya citadas "Señoritas...", el Cubismo Analítico y la
abstracción de Kandinsky son las propuestas claves del inicio del arte
moderno.

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