viernes, 12 de marzo de 2010

En la USB : Doctorado Honoris Causa para la pintora germano-venezolana para Luisa Richter: el arte es confrontación con uno mismo y con el mundo que nos rodea

La máxima distinción que otorga la Universidad Simón Bolívar le fue
conferida ayer por la tarde a la artista germano-venezolana Luisa Richter
"por su significativa contribución nacional e internacional al desarrollo,
investigación y proyección de las artes plásticas".
Richter ha sido cercana a la Simón Bolívar desde 1997, cuando la entonces
directora de la Biblioteca Rosario Horowitz la invitó a tener un espacio
permanente en el edificio para que estudiantes, profesores y visitantes
pudieran conocer su creación de manera directa. La pintora, nacida en 1928,
en un espontáneo como emotivo discurso al momento de recibir la distinción,
dijo que cada cual desde el ámbito donde se desempeña debe "ayudar y
defender la educación y las universidades venezolanas".
Luisa Richter, quien arribó a Venezuela en 1955, y en 1978 representó al
país en la Bienal de Venecia, es considerada por la Universidad Simón
Bolívar como "figura prominente del medio cultural venezolana", "en ella
confluyen la artista y la educadora, su contribución a las artes plásticas,
a la comunicación y la formación de estudiantes ha generado un florecimiento
cultural en Venezuela e impactado varias generaciones en su relación con la
pintura y las artes plásticas en general", dice la resolución del Consejo
Directivo que acuerda conferirle el Doctorado. Texto completo:
http://elpapeldelabolivar.dsm.usb.ve/index.php?id=8035

El discurso de orden estuvo a cargo de la profesora y artísta Carola Bravo :

Quisiera comenzar diciendo que mis palabras de hoy, son las palabras de
todos los profesores de esta universidad que se enorgullecen en entregar el
"Doctorado Honoris Causa", la máxima distinción que otorga la Universidad
Simón Bolívar, a la artista Luisa Ritcher por su significativa contribución
nacional e internacional, al desarrollo, investigación y proyección de las
artes plásticas.

La Universidad Simón Bolívar está cumpliendo 40 años y desde su fundación se
concebía la formación del "técnico humanista", donde el desarrollo del
conocimiento científico, riguroso, calculable, racional, revelador de
estructuras y de verdades objetivas, fuera de la mano del desarrollo de
ámbitos humanistas, en los cuales el cultivo de las artes se considera
primordial.

Esta importancia que le dió la universidad desde sus comienzos a la
formación del "técnico humanista" se refleja en que, aunque ésta tiene un
perfil principalmente científico, es interesante conocer que de los 29
Doctorados Honoris Causa otorgados hasta ahora por la Universidad Simón
Bolívar, incluyendo el presente, 22 de ellos son distinciones a
personalidades con significativas contribuciones en diversas áreas de las
humanidades, siendo la distinción que se otorga hoy a la artista Luisa
Ritcher, la segunda en el área específica de las Artes Plásticas.

Desde el momento de su postulación para este merecido reconocimiento, nos
invadió un sentimiento de orgullo y gran entusiasmo por compartir un rato
del precioso tiempo de nuestra homenajeada, durante el cual pudiéramos
conocer rasgos relevantes de su intimidad que nos introdujeran en su
maravillosa obra plástica.

En la primera visita fuimos conducidos por un camino de tierra, entre
decenas de floridas bromelias y dos perros afganos que parecían haber salido
de un libro de cuentos infantiles, hasta la entrada de su casa. Una casa
implantada en la intrincada vegetación tropical, con todo el encanto e
influencia que tuvo su arquitecto Tobito, del maestro Le Corbusier.
Al llegar pudimos constatar un espacio propicio para la creatividad. Sin
ningún tipo de ostentación, los espacios están llenos de interesantes
objetos, libros y reliquias que conviven con muchas de sus obras. Una vez
instalados nos pusimos a conversar.
Entre los sorbos de té y la interesante conversación, nos dimos cuenta que
este reconocimiento entregado en el ámbito universitario, está estrechamente
relacionado con la responsabilidad que tenemos como educadores, sobre el
perfecto balance entre el cultivo de la "inteligencia y la sabiduría", donde
nuestros estudiantes, futuros formadores y padres venezolanos, además de
dirigir su conocimiento racional hacia afuera, para la producción, control y
solución de problemas, puedan relacionarse con el mundo de una manera íntima
y espiritual, actuar con sabiduría, con integridad, con sentimiento, y por
consiguiente relacionarse con el mundo a través del alma, y para ello el
cultivo de las artes juega un papel muy importante.

Teniendo esa responsabilidad en mente para la preparación de este texto, al
revisar entre muchos papeles tuvimos la fortuna de redescubrir un comunicado
que ha marcado nuestras investigaciones porque, aunque es de 1870, sigue
teniendo una asombrosa vigencia, sobre todo tomando en cuenta la peligrosa
situación por la que está pasando nuestro país.


Este comunicado fue realizado por el humanista, intelectual, político y
músico venezolano Felipe Larrazábal, quien tenía reputada fama por su
formación, inteligencia y gusto por la música, cuando lo nombraron director
del Conservatorio de Bellas Artes. Larrazábal expresó la necesidad de la
educación y el cultivo de las artes como vías para el proceso de
socialización del pueblo venezolano en ese momento, el comunicado dice así:

"Aunque parezca inoportuno y sea enfadoso, he de repetir aquí aquello que
otras veces he enseñado, a saber; que para variar las inclinaciones y
costumbres de los pueblos: para corregir sus vicios: para regenerarlos y
mejorarlos en sus hábitos, es indispensable instruirlos. Las artes
civilizan y dulcifican las costumbres. Y esa tendencia a la guerra, esa
discordia que nos destruye, ese sentimiento proclive a la aspereza, a la
enemistad, al rigor de la opinión inexorable, (todo tan opuesto a la índole
de nuestros pueblos, antes benévolos y pacíficos); esa depravación que nos
guía a la ruina de la fortuna y a la barbarie, no se corregirá radicalmente,
sino por la instrucción y el cultivo de las artes".
Las artes "civilizan y dulcifican" las costumbres siendo una de las
principales vías para la educación integral del ser humano. Y en este
ambiente universitario, esa es nuestra prioridad. Formar personas
integrales, con una inteligencia que no sea superficial y vacía. Donde en
la producción del conocimiento participen, tanto los conceptos del
pensamiento como las experiencias sensibles. Así lo expresa el escritor y
crítico de arte Víctor Guédez:


"El problema no es oponerse a la razón sino luchar contra sus excesos y
contra su uso en circunstancias inapropiadas…por más que se presione la
razón hasta sus máximos límites, al final ella terminará replegándose sobre
sí misma al percatarse que no es omnipotente ante las expresiones estéticas"
.

El verdadero aprendizaje humano es una construcción en el que cada quien
logra modificar su estructura mental y alcanzar un mayor nivel de
diversidad, complejidad e integración. Por ello se necesita flexibilidad.
El arte presenta esa flexibilidad y constituye una franca posibilidad para
conseguir el perfecto balance en la educación que pueda compensar la pérdida
de valores que existe en la actualidad.

Así lo escribe claramente Luisa en sus profundas investigaciones, las cuales
se han cristalizado en bellísimos textos y testimonios, muchos de ellos
recopilados en una publicación llamada: "Ecos y Reflejos":

El arte
condensa y protagoniza
luz y movimiento,
espacio y tiempo,
color y sonido,
sensibilidad y realidad
materia e idea.
Está en todas partes.
articula lo que la lógica y los números
no muestran:
el arte
transparenta
la estructura
interna.

Este reconocimiento, que hoy entregamos, significa el gran esfuerzo de una
artista por contribuir al cultivo de las artes y por consiguiente, al
incentivo de un proceso de conocimiento profundo e integral que no se
detiene en el mundo visible, que conlleva una actitud inquieta y abierta que
logra percibir la "evidencia de la presencia", el conocimiento de "la
esencia de las cosas" o "la profunda verdad" que las obras de arte tienen el
poder de presentar y que no siempre se encuentra "tan a simple vista". Como
bien lo expresa el crítico Eduardo Planchart sobre la obra de Luisa Ritcher:
"el arte lleva al espectador al encuentro con la esencia de la realidad…para
ella la creación es ir más allá del constante devenir entre el cambio y lo
inmutable, para poder comprender nuestro ser y la esencia de lo que nos
rodea, y, en base a estos postulados, ella desarrolla el carácter
existencial de su estética."

Luisa lo define así:

"El arte es el eco de los tiempos,
signo de lo presente,
reflejo de la esperanza,
marco de la transparencia.
Conduce hacia la transfiguración,
Conlleva un equilibrio del ser,
Es vértigo luminoso del tiempo.
Traduce los sueños y la sensibilidad,
Atrapa el mundo en un trazo,
Una frase,
Una melodía.
Así, con estos medios,
La conciencia se abre,
Da paso hacia la felicidad
Y a senderos que llevan al futuro".

Escuchar la fuerte voz y mirar el pícaro rostro de Luisa Ritcher, resultó
ser una experiencia esclarecedora que nos ayudó a darnos cuenta, como ella
inteligentemente ha hecho, que para poder descubrir y ver la "profunda
verdad" que el arte sabe expresar, debemos apartar todos los conceptos
sobreentendidos y aparentes, y adoptar la actitud del "alquimista", quien
frente a la hoguera le importa sólo "la llama de lo viviente", donde el acto
de ver no se detiene en lo visible y racional, ni en el tiempo presente. De
lo que se trata es de enseñar a abrir los ojos y a adoptar una actitud
abierta y flexible. Es necesario, por lo tanto, un cambio de nuestra mirada
que nos ayude a comprender el sentido original de la imagen insondable de la
verdad de las cosas. Así lo menciona ella:

La abstracción
anda paralela
a la relatividad
a pesar
de la inquietud tecnológica de nuestro tiempo
que modifica diferentes aspectos visuales,
el goce de ver siempre será parte de nosotros.

Podemos decir que esta manera íntima y auténtica de percibir "la presencia y
esencia" de las cosas a través del arte no la tenemos todos, como dice
Víctor Krebs, filósofo y profesor de esta universidad: "…nos distancia una
madurez del alma que no se mide por la falta de conocimiento o de razón,
sino por una diferencia de corazón… que sólo puede salvarse aprendiendo a
ver las cosas de un modo más profundo e integral. Quizás en Luisa Ritcher,
"esta madurez del alma, esta profunda forma de ver, esta diferencia de
corazón", la han sabido percibir, con la sabiduría clásica de la naturaleza,
las docenas y docenas de pájaros y guacharacas que se posan diariamente, sin
falta, en el balcón de su hogar a compartir un rato con ella mientras comen.

Sabiduría que acepta que el arte tiene un gran poder de transformación de
conciencias e inspiración, capaz de crear una subjetividad colectiva con
nuevas perspectivas, actitudes y criterios aunténticos para orientar nuestra
sociedad,

Así también lo expresa Luisa Ritcher en otro de sus bellos textos:

La pintura cumple también una función social
cuando permite llegar a lo positivo de uno mismo
y de los demás.
Si se logra impulsar la educación
estarán abiertas las entradas
hacia rutas sublimes
para pronunciar,
orientarse,
investigar
y encontrar.

Y así, impulsando la educación, orientando e investigando, Luisa Ritcher ha
dedicado durante toda su vida, gran parte del tiempo a la labor educativa,
primero con su incorporación en 1969, al Instituto de Diseño Neumann, como
profesora de dibujo analítico y composición, y luego a través de una
relación consecuente y responsable, con la Universidad Simón Bolívar, cuando
en 1997, la Profesora Rosario Horowitz, Directora de la Biblioteca, la
invita con el fin de ofrecerle un espacio permanente dentro del edificio,
donde los estudiantes, profesores y visitantes se pudiesen confrontar
directamente con su obra. Asi, por más de 13 años, Luisa ha mantenido una
exposición de su obra plástica entre nosotros; óleos, collages y dibujos,
que con cierta periodicidad cambia parcialmente para dar un sentido de
actualidad a la confrontación. Muchos estudiantes han tenido la oportunidad
de enriquecer su formación conociendo sus procesos de creación y reflexión
teórica y compartiendo sus experiencias en el área del dibujo y la pintura.

A lo largo de la visita, también tuvimos la maravillosa oportunidad de
conocer su "templo", como ella alegremente llama a su taller. Lo que
sorprende en este lugar es la integración de los objetos cotidianos y de
trabajo a las obras arte. Altas paredes blancas y brillante iluminación
crean un lugar acogedor y perfecto para meditar y crear. Allí conocimos de
cerca parte de la síntesis de su investigación.


Muchas de sus pinturas son el resultado de las visiones desde su casa donde
la montaña, las nubes y nuestra ciudad, se fusionan para dejarse ver por la
experimentada y profunda mirada de esta artista quien transforma este
paisaje en "geometría espiritual", como bien lo expresa Eduardo Planchart.

Sus pinturas se nos presentan estructuradas como umbrales, puertas, brechas
en paredes o como ventanas abiertas a la vida a través de las cuales la
mirada se puede extender y donde la luz incandescente del trópico es
atrapada en espacios y geometrías. Luisa es seducida por la luz del Caribe
y esta seducción se refleja a través del uso de los blancos y los grises
cálidos y fríos para crear sensibles atmósferas.

Estas pinturas convertidas en "geometría espiritual", brillan y
resplandecen para mostrarnos la profunda verdad y esencia de la realidad que
nos rodea y que no se encuentra "tan a simple vista". En ellas se corrobora
que, para que una obra artística brille y sea reflejo de verdad, además de
una técnica, estilo o color excelente, se requiere de una idea profunda y un
sentimiento poderoso.

Estos requisitos, evidentes en la obra de Luisa Ritcher, se hicieron todavía
más claros en la segunda visita que tuvimos la suerte de realizar al
agradable hogar de esta artista. Su sentimiento poderoso, ideas profundas
y amor al arte, fluyeron a lo largo de un sencillo almuerzo, entre
bellísimas orquídeas povenientes del orquideario ubicado en el techo de su
casa, el cual pertenecía a su difunto esposo, y la habitual visita de las
docenas de guacharacas.

Allí nos contó sobre su formación académica en la Academia Nacional de Artes
Plásticas de Stuttgart, bajo la tutela de su apreciado maestro Willi
Baumeister, propulsor del abstraccionismo en Europa, así como en París y
Roma.
También nos contó sobre su llegada a Venezuela en 1955, en un barco
procedente de Alemania, del cual estuvo a punto de no desembarcar y regresar
a su país, cuando su esposo llegó justo a tiempo para evitarlo.

Entre sonrisas, nos dice que el arte ha sido su "amante" y la pintura su
apoyo.

"Pintar era y sigue siendo
un andamio hecho por mí misma
en el que siempre he podido sujetarme
y en el que aún hoy
puedo balancearme."

Su incesante actividad creadora ha sido constante y rigurosa, desplegándose
en varias técnicas que reflejan su capacidad expresiva: la pintura el óleo,
el dibujo, el collage y los textos, los cuales le han permitido enriquecer y
fundamentar sus conceptos abstraccionistas y su experimentación con la
figuración.

Su obra ha merecido importantes premios y reconocimientos nacionales e
internacionales y reconocidos críticos de arte, entre los que se encuentran:
Roberto Guevara, Marta Traba, Juan Calzadilla y Eduardo Planchart, han
realizado interesantes análisis y descripciones, considerando su obra de
gran importancia, tanto para el arte europeo, particularmene en su Alemanía
natal, Sudamérica y especialmente en Venezuela, su segunda patria.

Entre 1958 y 1963 pinta la tierra venezolana. Sus pinturas presentan
nuestra tierra desnuda y herida por la transformación. En la serie: "Cortes
de Tierra", estratos geológicos rojizos, grises y marrones se mezclan en
texturas afectadas por la deslumbrante luz.

Su experimentación con la figuración es una faceta particularmente rica de
su obra, que aparece a finales de los sesenta. La artista, con gran
espontaneidad y una técnica gestualista, nos presenta aspectos humanos y
detallados modelos en un ambiente salvaje. Juan Calzadilla lo describe así;
"Al tratar los fondos dramatizaba toda la composición, originando dos planos
de lectura y la síntesis de ambos proporcionaba el sentimiento, violencia y
reflexión, vértigo y equilibrio."

Por otro lado, sus dibujos y bosquejos con pluma se presentan como finos
hilos, líneas juguetonas, libres e impredecibles que crean interesantes
tensiones. Su línea la describe ella misma como:

"un movimiento
al cual queda atento el ojo,
como el oído
a una melodía.
En sorprendente vías de formación
surgen imágenes
de recuerdos en líneas"

Uno de sus aportes más sorprendentes es la creación de sus collages en los
cuales, según Marta Traba, ella crea "un sistema claramente asociativo y
antiestructural", donde el todo se da simultáneamente logrando bellísimas
"tonalidades afectivas". Planos sobre planos y tiempos sobre tiempos, se
sobreponen hasta permitirnos una multiciplidad de lecturas de la cuales la
artista comenta:

"…Y sin embargo,
su consecuencia es
sólo aparentemente
dictada
por la casualidad"

En 1978 Luisa Ritcher representa a Venezuela en la Bienal de Venecia con 12
óleos monumentales, 60 collages y textos provenientes de su diario. La obra
llama la atención por sus estructuras inusuales, su multiplicidad, ritmo,
composición y su sentir que surge del paisaje y de un país que gozan del
resplandor de la luz del sur.

Sin querer que el tiempo pasara, nuestra visita finaliza permitiéndonos
entender que la obra de Luisa Ritcher deja de ser ser sólo una
representación para adquirir un significado íntimo. Ella lo resume así:

"Mi proceso creativo tranquilo se mueve constantemente avanzando con los
hilos tejidos de conceptos encontrados. El tejido se enriquece y se hace
más variable porque otras estructuras de vida también se entretejen."

Instalarnos frente a las pinturas de esta artista implica alertar a todos
nuestros sentidos, ya que sus obras no se dirigen únicamente a los ojos,
como lo diría Heidegger:

"…instalarnos frente al cuadro..implica aprender a respirar su aire, entrar
en su atmósfera, ser capaz de entrarle a la imagen a través no sólo de
nuestros ojos, sino de todos nuestros sentidos, viéndolo no sólo a través de
los ojos literales de quien está sintonizado a la significación estética de
la obra, a aquellos rasgos invisibles a la razón sola."

El significado íntimo de sus obras se hace realidad a través de la
experiencia profunda de su creadora. Este significado se convierte en una
voz universal que habla de "confrontación", como ella insistió en aclaranos
desde nuestra llegada a su hogar. El arte, para Luisa Ritcher, es
"confrontación", implica confrontarse con uno mismo y con el mundo que nos
rodea, confrontarnos con lo que tenemos ante nuestros ojos y fuera de
nuestra vista.

Luisa, nos enorgullece que formes parte de la historia de nuestra
universidad a través de esta distinción.

Muchas gracias.

Carola Bravo

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