miércoles, 12 de octubre de 2011

En Homenaje a Valentin Malaver : La poesía de su amigo el poeta Gustavo Pereira que calcaba en las paredes de su casa - taller

 

 

 

 

    “No es cuestión de tristezas. Es la más

prolongada escalada del alma hasta su hueso.

Es cuestión de esperanza de sed o brasa viva

que brota de lo largo de la calle

de las mesas

de adentro

de donde se cocinan las miserias

y las mil soledades

Es cuestión de vivir contra morir”

Es cuestión del humor y de reciclar a los clásicos paganos con un sabor actual en los manjares de la boca, de avanzar en la noche hasta encontrar una ráfaga disponible abriéndose como un lunar moreno ante las amapolas.

Es asunto de habitar el hastío,

la melancolía, la saudade,

con la tranquilidad fecunda

del estanque y los papeles.

Las páginas compasivas que fluyen después del abandono y sin nadie culpable. Un rito continuo de preguntas y de encabestradas ilusiones.

Los poemas que tratan de colocar las cosas en su sitio, con un desenfado coloquial, cercano al ruido y a la quietud musical de los recuerdos.

Las elegías que enaltecen

vidas irrepetibles, tocadas

por una gracia indefinida

que las mantiene invictas,

encarajinadas con el polvo

y la vergüenza.

Elegías a una manera de irse

pero con una corazonada

transparente en el mágico

azar del desvarío.

Es como decir adiós a sabiendas de que miente. Bella flor que aún resucita de la derrota y del trajín de los muertos, de la victoria arquetipal. Componer, entonces, contra el destierro, contra la sed magnética de los vasallos, contra el olvido, con toda libertad y obediencia y afanes emancipadores.

Recordar, así, es renovarse,

resucitar de las cenizas

como el extraño corazón del hombre

después de sus errores. Lo invulnerable

es el dolor y el silbido

de la medianoche.

Lo propio es entender,

menos solemnemente, de qué se trata:

“Tienes razón El mundo es una infamia

Entremos en materia

Los dolores existen

La podredumbre humana nos engulle

Se desangran a un golpe de tinaja

las uñas y el sombrero

Tienen razón Los tiempos son terribles

Pero no está de más servirse un trago...”

Lo propio es continuar con las obsesiones. Las que nos dan lugar y rastro y proporciones y aceptar nuestro humildísimo destino al modo en que un soberbio insurrecto hace las paces con su único exilio, el que de veras le pertenece:

“Sucede al descalabro el descalabro

A la locura la locura

A la migración de la nostalgia la melancolía

Al olvido la eternidad

Al sitio donde nada retoña el despoblado

A la miseria el desamparo

A los imperios otro imperio

A la prosa la prosa

y a la poesía tú”

 

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