Hoy se celebra el 125 aniversario de Diego Rivera, (lo tengo presente pues yo nací un 7 de diciembre –en la segunda mitad del siglo XX, en Ciudad de México- y Rivera en Guanajuato el 8 de diciembre de 1886, junto a su hermano gemelo Carlos María Rivera Barrientos, quien murió a los pocos meses de edad por la leche agria de la nodriza que lo amamantó, imprudentemente, "después de hacer un coraje")
Reconozco el valor de la obra mural de Rivera, pero indudablemente prefiero algunas de sus obras de caballete.
Comparto con ustedes mi predilecta y – ja, ja, para ser fiel a mi tarea de "promoción cultural" y , para el eventual apoyo a alguna tarea escolar de los hijos- adjunto un breve análisis que en algún momento hice sobre esta pieza.
Un abrazo,
Gabriela Olivo de Alba
Agregada Cultura Embajada de México
El paisaje zapatista- El guerrillero 1915
Óleo sobre tela. 240 x 143 cms.
El paisaje zapatista, la utopía rural.
Esta obra fue realizada por Diego Rivera en 1915 cuando vivía en París, en la etapa en que compartía los planteamientos del cubismo. Rivera estaba distante geográficamente de México, pero se mantenía al tanto de los pormenores de la lucha armada. Justamente durante el proceso de esta pintura recibe la visita de Martín Luis Guzmán, escritor y periodista que había militado al lado de Francisco Villa, a quien hace un retrato en el que también emplea el sarape representado en el Paisaje zapatista. En ese sentido, la obra evoca un espacio del que está físicamente alejado, el altiplano mexicano, y al mismo tiempo reseña lo que en el imaginario del momento representa la lucha como elemento libertario y el deseo de una utópica equidad para el campo. La franca representación no realista del rifle, así como el hecho de que el cañón se dirija hacia arriba –en la misma dirección que los volcanes- podría interpretarse como la contención de la energía social y de la naturaleza que pugna por salir y por el cambio. Del mismo modo, los espacios en blanco parecen apuntar a la conciencia de un proceso de inacabado, es decir, en construcción.
Años después Rivera abrazaría una militancia política y artística que lo llevaría a compartir experiencias con grupos de diversas tendencias artísticas nacionalistas hasta radicalizar su posición ubicándolo en situaciones de gran controversia, y a destacar como "líder de facto" del muralismo. Pero lo que me interesa aquí subrayar es ese momento en el exilio, de indagación personal e intuición creativa, en que las inquietudes del artista encuentran técnica y conceptualmente una innovadora forma vanguardista de expresión original, donde lo nacional y lo universal tocan puntos de coincidencia.
El paisaje zapatista es una obra constituida por formas geométricas. La parte superior del cuadro revela un fondo en tonalidades azul celeste sobre el que se perfila el conjunto de estructuras cónicas y piramidales de los volcanes nevados cuyo color se degrada en una gama de blanco a gris. El vértice blanco de la montaña mayor linda con el borde superior del cuadro, es –a su vez- el punto de mayor luminosidad de este conjunto. En los amplios bordes de la mitad inferior del cuadro el fondo es de un color "añil mexicano" firme e intenso.
En la parte vertebral de la composición, ocupando el primer plano, se encuentra la imagen evocada, casi suspendida, del personaje central: el guerrillero flanqueado por arbustos verdes. A partir de la indumentaria la presencia del campesino guerrillero es sugerida con formas propias del cubismo. La figura está de - construida en planos fragmentados y recortes en fondo blanco: la forma cónica del tradicional sombrero campesino de ala ancha, seccionado en negro, gris, rojo y ocre trenzado, con pequeñas unidades de puntos seriados que parecen replicar motivos decorativos; el colorido sarape de saltillo compuesto por grecas y franjas de tonos contrastantes; los bloques geométricos emulando la textura de madera y piedra. Dentro de este conjunto la pieza protagónica es el fusil que apunta la boca del cañón hacia arriba. Está situado en una columna vertical escalonada, ligeramente quebrada hacia la izquierda, sobre el fondo blanco de su propia silueta recortada. En la obra los únicos motivos trabajados con un tratamiento "realista" son la correa, hebilla y perforaciones de la canana, y un pequeño papel con las huellas evidentes de dobleces, clavado en la superficie azul añil de la parte inferior del cuadro, a la usanza de los pintores de retablos populares.
Gabriela Olivo de Alba
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