“El Aleph” de Borges, un laberinto dentro de otro
Foto: Borges publicó “El Aleph” en 1949
Noticias24.-Aceptar las cosas tal y como nos son dadas es una traición a la imaginación y al intelecto. Claro, que la vida te pasa por encima y tú no haces más que traicionarte poquito a poco hasta que nada tienes que ver con aquel que comenzó a vivir alguna vez.
Lo primero que te enseñan cuando eres un bebé es a darle significado a las cosas a través del lenguaje: mamá, agua, abuela, guau-guau; sí, guau-guau en vez de perro, porque los adultos creen que cuando estás chiquito te ves más bonito utilizando códigos errados o piensan que la erre de la palabra perro es demasiado difícil para ti. O sea que te subestiman desde muy joven y eso lo arrastrarás durante el resto de tu vida.
Luego llegas al colegio y un timbre te indica la hora de entrar, la hora de descansar, la hora de volver y la hora de salir. Ese timbre servirá para condicionarte como al perrito de Pavlov, porque será el mismo timbre al que harás caso cuando seas sostén de tu familia y trabajes en una fábrica de algo.
Quizá la gloria de Jorge Luis Borges partió un poco de la necesidad de ficción que sentían los habitantes del siglo XX ante tanta realidad y tanta porquería repetitiva
Morirás cuando hayas terminado de aportar tu granito de arena a la sociedad. Nadie te recordará por demasiado tiempo y todo seguirá su camino de orden y progreso, pero sin ti.
No creas poder escapar de ese destino tan simplón rebelándote, volviéndote anarquista, emo, comunista, revolucionario por cualquier causa o líder de una religión nueva. Aquí todos ponen su granito de arena: desde el más respetado diplomático hasta el más buscado terrorista. Todos cumplen un rol importante para que la sociedad siga avanzando bien bonita, porque gracias a los malos podemos identificar a los peores, y porque solo gracias al debate entre malos y buenos pueden aparecer los mejores.
Total que aquí lo que nos queda es imaginarnos un mundo alternativo para poder soportar este que tenemos. Pero no tiene que ser un mundo demasiado diferente al real, podemos apenas mejorar ciertas cosas que se quedaron cortas. Para eso tenemos la literatura, que nos permite mentir o aprender mentiras que desde el principio sabemos que lo son, pero que nos divierten, nos asombran y hasta nos involucran.
Quizá la gloria de Jorge Luis Borges partió un poco de la necesidad de ficción que sentían los habitantes del siglo XX ante tanta realidad y tanta porquería repetitiva.
El todo y sus laberintos
El descubrimiento de sus cuentos fue entender al mundo como un desierto, pero para Borges un desierto es un laberinto, uno donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni paredes que te venden el paso.
Y como su obra es un constante laberinto también, nos conseguimos de frente con un laberinto dentro de otro laberinto. Entonces nos toca entender que para escapar de uno debemos entrar en el otro, en el de adentro, y conseguirnos en su centro una esfera que nos muestra al mismo tiempo cada uno de los detalles del laberinto inicial que se nos antoja desierto y percibimos como mundo: esa esfera es el aleph.
Un limbo de perplejidad
El Aleph es un libro de cuentos que Borges compuso a lo largo de un período indeterminado y publicó en 1949. Se trata de 17 relatos -16 si se considera que hay uno muy importante que en realidad está dentro de otro- capaces de encerrar al lector en un auténtico limbo de perplejidad.
Los cuentos de “El Aleph” hacen que la lectura perdure en el cerebro receptor durante varios días. Son escándalos para la razón: deleites para los cerebros independientes.
Pero este libro también tiene la capacidad de aburrir terriblemente a quienes están acostumbrados a asumir las cosas tal y como les son dadas. Me refiero a quienes están tan cargados de realidad que no soportan una película con demasiada ficción, pero que tampoco se han detenido a pensar que tal vez este mundo perecedero no sea el todo del hombre.
Cuentos memorables
En el centro del libro está el cuento que le da nombre: El Aleph, y en el centro de El Aleph está la esfera que da nombre al cuento. Ese relato principal es protagonizado por el mismo Borges, quien narra en primera persona sus sentimientos por la recién fallecida Beatriz Viterbo. Sin embargo, el escritor se inventará una segunda oportunidad con visitas recurrentes a la casa de la muerta y con una falsa amistad con el primo de ella: Carlos Argentino Daneri.
Continuos paralelismos con la “Divina comedia” de Dante harán que Borges baje a un infierno trocado en sótano y que en vez de conseguirse con su amada Beatriz logre maravillarse con la esfera de todas las cosas, esa que solo ha podido ser descrita en el mismo relato.
En todo caso, la maravilla del libro no se reduce a su cuento principal. La vida decadente de quienes viven para siempre nos es revelada en El inmortal, un cuento que responde con análisis y con mentiras algunas de las interrogantes que Pope legó a la humanidad cuando tradujo la obra de Homero.
Destaco también La historia del guerrero y la cautiva, que habla del poder del espíritu para vencer tradiciones, convenios y religiones: un mercenario huno está a punto de atacar Roma con su ejército, pero queda tan maravillado ante la belleza de la ciudad que decide haber nacido para defenderla y muere peleando a favor de Roma contra sus hermanos.
Hay mucho más en este libro. Como el trabajo detectivesco de La otra muerte o el ímpetu femenino que representa Emma Zunz. Lea el Aleph. Lealo todo.
Néstor Luis González
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