miércoles, 16 de noviembre de 2011

Toledo y Botero

 

 

La vaca roja fue subastada en Nueva York

 

 

 

 

 

 


Miércoles 16 de noviembre de 2011

 

'La Vaca Roja', pintura de Toledo, se vendió en 902 mil 500 dólares durante la primera sesión de la subasta organizada por Christie's


 Dos artistas latinoamericanos, el mexicano Francisco Toledo, y el colombiano Fernando Botero, establecieron nuevos récords de venta en la subasta de arte latinoamericano de Christie's, superando las expectativas fijadas.

La Vaca Roja, pintura de Toledo, se vendió en 902 mil 500 dólares durante la primera sesión de la subasta organizada por Christie's.

La obra del mexicano superó las expectativas, ya que el cuadro estaba valuado entre 500 mil y 700 mil dólares.

Su más reciente en México fue en el Festival Internacional del Cervantino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



Pinocho junto con Bestiario y Obra en Vidrio, conformaron la trilogía visual que Toledo ofreció al público en el marco del reciente Festival Internacional del Cervantino.

 

 

 

 

Las inocentes travesuras de Pinocho adquieren en el universo artístico de Francisco Toledo (Oaxaca, 1940) dimensiones ajenas a la versión del italiano Carlo Collodi. A través de 106 obras, creadas entre 2008 y 2011, el artista plástico ofrece una interpretación lúdica, crítica y a veces erótica de ese cuento clásico de finales del siglo XVII.


El Pinocho de Toledo retoma elementos de la historia original, pero en esta versión, a la marioneta no le crece la nariz, sino el pene cuando miente; además, con Toledo el final da un giro inesperado: Geppetto, creador de la marioneta, lo destruye antes de que se convierta en un niño de carne y hueso, lo corta en pedazos para sembrarlo y crear un vivero con árboles.
El pintor, escultor, grabador y ceramista oaxaqueño cuenta que Pinocho representa un recuerdo de su infancia, cuando a los cinco años permaneció hospitalizado en la ciudad de México y le llevaban todo tipo de libros, entre ellos, el texto de Carlo Collodi.
“Son un poco mis lecturas infantiles. Encontré un libro de Pinocho donde están todas las imágenes que había visto de niño y quise retomar en parte esas imágenes, la historia y hacer algo; empecé a dibujar y a grabar y eso fue lo que salió...”, comenta el artista en entrevista vía telefónica desde Oaxaca.
En esta historia hay de todo. Desde imágenes tal como están en el original hasta cambios en la historia. “El final de Pinocho es ser destrozado en pedazos y sembrado en macetas junto con sus juguetes de madera y todas las herramientas del padre que lo creó. Hay algunas macetas con serruchos y martillos, porque Geppetto quiere de algún modo reparar el daño que ha hecho al usar tantos árboles para hacer juguetes”.
“En esta historia, Geppetto no era sólo un carpintero, sino un productor de juguetes de madera que había depredado los bosques y al final renuncia a seguir haciendo juguetes, siembra todo lo que es de madera para que retoñe. Ese es el final de Pinocho, pobre de Pinocho, pero bueno...”, dice.
De esa manera, el Pinocho de Francisco Toledo adquiere un discurso ecológico: “La historia toma un sentido ecológico porque el viejo Geppetto siembra los pedazos de madera, incluso el trompo con el que juega Pinocho, riega las plantas para que crezcan, todo para que al final puedan ser trasplantadas y crezcan los bosques”.
El cuento de Toledo, refiere René Bustamante, curador de la muestra, no tiene nada que ver con la versión “diluida, dulzona e inofensiva” que Walt Disney llevó al cine en 1940. A decir del propio autor, ésta podría ser en parte una historia apta para los niños.

“El final puede ser apto para los niños, porque hay un mensaje ecológico, pero hay escenas, por ejemplo, cuando él entra a un teatro de marionetas y al ser el único muñeco que no tiene hilos hace de las suyas con los muñecos y sobre todo con las muñecas, eso tal vez los niños no lo entiendan”, dice Toledo, Premio Nacional de Bellas Artes 1998.
El pintor, considerado uno de los artistas vivos más importantes de México, reconoce que en esta obra también reina el caos. “Ahí hay un caos, hay cosas que ni yo mismo sé lo que quise decir en el guión de este Pinocho. No es una historia que tenga pies y cabeza, está hecha en varios momentos. No sé realmente lo que pasaba por mi cabeza cuando la hice. Sólo sé que no le di el final del cuento original, sino todo lo contrario, siguió siendo muñeco y volvió a su origen vegetal”.
Quizá por ese desorden, dice, Carlos Mosiváis no se atrevió a escribir un texto que le había pedido en torno a este Pinocho. “Creo que cuando vio tanto desorden en este cuaderno, pensó: ¿y qué hago con esto? Creo que se la puse muy difícil”, comenta entre risas.
“Recuerdo que le dije: ‘Leelo, haz una historia y si hacen falta imágenes yo las hago o si hay cosas que no te gustan las eliminamos y hacemos otros capítulos’, pero ya no tuvo tiempo”, añade.

El artista, un pulpo Bestiario, expuesto en otra de las salas de este museo, consiste en un diálogo entre los bestiarios y zoologías fantásticas de Toledo y las láminas que ilustraron los libros de los naturalistas franceses Georges Louis Leclerc, conde de Buffon (1707-1788), y Alfredo Duges (1826-1910).
De esta sección destaca el autorretrato de un Toledo en forma de pulpo (Autorretrato como pulpo), especie con la que, según el artista, se identifica.
“Estaba haciendo una serie sobre esclavos y barcos que naufragan, los pulpos se comen a los esclavos y de pronto apareció mi cara entre los pulpos malos que se comen náufragos”, cuenta.
“Lo que hacen los pulpos es, en cierta forma, lo que hago yo con la tinta. Tiene que ver conmigo porque uso la tinta para dibujar y los pulpos la usan para protegerse, para esconderse”.
Sobre los tentáculos, Francisco Toledo comenta que sería como “una referencia a que es posible hacer muchas cosas a la vez: pintar, grabar, esculpir, hacer obra en vidrio...”
Sin embargo entre la fauna, el artista confiesa tener un gusto particular por los elefantes:
“Me atrae porque es un disparate de animal, como diría Goya en uno de sus grabados... Hay también un elefante de Rembrandt que me gusta mucho”.
Entre el bestiario de Toledo abundan también cocodrilos, monos, chapulines, pulpos, serpientes, arañas, alacranes, entre otros. “Hay muchos animales ligados a la fauna de donde soy, del Istmo de Tehuantepec. Animales que hace 60 años me tocó ver en los ríos, en las lagunas o en los esteros, pero que ahora han desaparecido, como los lagartos, las nutrias o las iguanas, que ya son especies protegidas”, comento.



Una de las obras más importantes de la primera sesión de la venta de arte latinoamericano fue la gigantesca escultura Bailarines del colombiano Fernando Botero, que Christie's estimaba vender entre 1.5 y 2 millones de dólares, y que actualmente se encuentra instalada frente al Rockefeller Center.

 

 

 

                                                                             

 

 

 

 

Esa pieza fue subastada en un millón 762 mil 500 dólares, un récord mundial para una escultura del artista sudamericano.

Así, el arte latinoamericano vuelve a distinguirse en una de las vitrinas más significativas del planeta, donde las ventas de obras parecen hacer oídos sordos a los vaivenes de la economía global.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Christie's, cuya subasta antecedió a la que realizará Sotheby's esta semana, indicó que espera recaudar más de 18 millones de dólares con un catálogo que se distingue por las sólidas obras de artistas modernos de Brasil y México. Pero vistos los precios que lograron Toledo y Botero, no se descartaba que esa cifra sea superada.

 

La subasta de arte latinoamericano que arrancó este martes por la noche en Christie’s, espera recaudar más de 18 millones de dólares, con un catálogo que incluye obras de artistas contemporáneos de Brasil y México.

 

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